Si recordáis, cuando inauguramos esta web de la Familia Claretiana os anunciábamos la celebración de los 75 años de los comienzos organizativos de Filiaciación Cordimariana, pues el 12 de agosto, celebramos una Eucaristía de acción de gracias por estos años de GRACIA y lo hacíamos con toda la familia claretiana, con otros Institutos Seculares, con amigos y familiares que quisieron acompañarnos y ayudarnos así a agradecer todo lo que hemos recibido a lo largo de este tiempo.
Fue un momento intenso para celebrar que Dios ha puesto en nuestras manos un gran regalo, un don inmensamente rico para la Iglesia, para cada uno de los que día a día entran en contacto con una Hija del Inmaculado Corazón de María de una u otra forma, porque nosotras, “que casi nada somos”, hemos recibido el encargo de vivir y contagiar este hermoso carisma que nos dejó San Antonio María Claret. Ayer fue un momento para celebrar también la fidelidad de tantas Hijas del Corazón de María que nos han precedido y que han hecho posible esta realidad que es hoy Filiación Cordimariana.
Y me atrevo a asegurar que el domingo, cada Hija del Inmaculado Corazón de María sentía en el pecho el dulce peso de la responsabilidad de mantener viva esta llama que se encendió en el alma de Claret y que hace 75 años comenzó a hacerse carne y vida concreta en unas sencillas mujeres de Plasencia. Y que cada una sentíamos como nunca que llevamos un tesoro en vasijas de barro. Sé que junto a esa sensación de desproporción entre el regalo recibido y nuestra pequeñez, también nos inundaba una honda alegría, que permanece inextinguible en lo más íntimo de cada una, por la certeza de ser amadas, de ser elegidas y de ser portadoras de una luz que nos deslumbra y que nace del mismo Corazón de María.
Gracias a cada rama de la Familia por acompañarnos, gracias a los sacerdotes, los amigos y familiares que quisisteis estar a nuestro lado y ayudarnos a celebrar y dar gracias. Gracias sobre todo al Señor, por este carisma que llena nuestras sencillas vidas de sentido y gracias al Corazón Inmaculado de María por ser nuestra morada, nuestro claustro, “nuestro todo después de Jesús”. Caminamos por el mundo seguras de lo que nos prometió Claret: “Estaréis en el Corazón de María y eso os bastará”.
Pily Pérez Bernal, HICM.